miércoles, agosto 10, 2011

PENÉLOPE # 7 "LOS SUEÑOS".


Un Pequeño en un cuento de Navidad

Arturo Guerrero


No escuché sus pasos al acercarse, pero vi en la línea de luz bajo la puerta la sombra de alguien o algo que se detenía afuera de mi pequeño cuarto de azotea. A nadie esperaba yo. Será un gato, pensé, un ave, una rata. El pasador de la puerta se comenzó a correr como si usaran una llave por fuera. Eso no podía ser, pues yo tenía la única. Imaginé un cerrajero que había estado espiándome y aprovechó por la tarde cuando salí para venir a sacar una llave y volver por la noche… No tenía sentido. Traté de cerrar otra vez el pasador con una mano mientras empujaba la puerta con el cuerpo, para impedir que quien fuera entrara. Usé todas mis fuerzas, que nunca fueron muchas. Insuficiente. La puerta se abría. Seguí empujando la hoja hasta que ésta presentaba ya un peligroso acceso. Salvo el ruido del forcejeo, nos manteníamos en silencio, sin preguntas o maldiciones mías, ni amenazas o insultos de afuera. Lejos, el murmullo de los villancicos. Por fin me asomé: era un enano. Una especie de niño envejecido y casi calvo, de sonrisa babeante. Siniestra. Con dientecillos al boleo y rotos. Me miraba.
Ya estaba el Enano con un pie dentro, no se movía, sólo su sonrisa y sus ojos temblaban, como de gusto. Se iba a meter. Al querer empujarle la cabeza, mi mano le aplastó su frente y se hundió en ella, igual que lo haría en una papaya podrida sin que le reviente la cáscara. El Enano sonreía. Fue asqueroso. Como pude logré sacarlo y cerrar la puerta. Pasé los tres cerrojos. Es raro: antes sólo había uno. Quizá llegaron en la necesidad, en mi urgencia. El punto es que cerré lo mejor que pude, echando llave doble a cada chapa y atornillando el seguro manual en un par. Como se hace en esos casos, arrimé los muebles cercanos más pesados y atranqué con ellos la puerta. El Enano seguía afuera, podía ver la sombra de sus pies: se movía intentando entrar de nuevo.
Lo mismo. De no sé qué forma logró vencer los cerrojos y abrir la puerta con todos los cachivaches que puse, incluyéndome. Nos botó, literalmente. Y se quedó ahí, en el umbral, sonriendo de pie, con la frente aguada en alto. Me levanté, haciendo a un lado el ropero y la mesita, traté de sacarlo. Sus hombros también estaban aguados, como atole de oscura grenetina. Al empujarle la cara se formó una mueca espantosa. Retiré mis manos de inmediato, caí al piso. El Enano escupió un diente y se acomodó la cara un poco, lo necesario para encuadrarse la boca y un ojo, pues el otro quedó echó bola con un cuarto de su cara.
Entró al cuarto. Despacio, mirando con curiosidad cada detalle, como un amigo al que invitamos por primera vez a cenar. Fue hasta la esquina, al rincón donde estaban apiladas unas cajas vacías. Y se metió en una. Horas después, me armé de valor y de un palo y fui hasta la caja donde, por supuesto, no estaba nadie. De pronto, entraron a mi cuarto también dos tipos con aspecto de policía. Comenzaron a remover los muebles tirados junto a la puerta. Yo seguía junto a la caja donde se había perdido el Enano. Lo están buscando, pensé. Cerré de la caja y fui hacia los tipos. Uno de ellos detuvo su tarea por un instante, volteó y antes de que yo le dijera cualquier cosa él dijo: “Ñe”, y volvió a lo suyo. Todo estaba dicho. Deshicieron las cajas, voltearon mi cama. No estaba, sólo su rastro. Furiosos, los tipos se fueron, pero no por donde vinieron, pues atravesaron la pared, sin romperla.
El Pequeño se quedó a vivir allí. En sueños le veo. Me mira, ríe. Y en la vigilia presiento que anda cerca. Sé que soy su refugio.


LA LLAVE HIPERDIMENSIONAL -TEPEZCOHUITE

Vivir es soñar, morir es despertar.

Nunca se había sentido tan tranquilo, el dolor que en años acumuló su cuerpo y su alma se desvanecieron de repente. Parecía que el umbral de las limitaciones que asfixiaban su existencia se esfumaba como aquellos pensamientos indeseables que borra la memoria, y al ritmo de una inexplicable y placentera respiración sentía que se unía con el universo entero. Sin embargo, en un instante, como si le faltara el aire, despertó angustiado; al darse cuenta estaba vivo: en la pesadilla nuevamente.
SUEÑOS DE DMT1
En los procesos de sus sueños, el hombre se ejercita para la vida venidera.
Nietzsche

Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo, inhalo, exhalo; tres fantásticos soplos trasladan mi ser al mundo de los sueños. Ahora sueños y pesadillas encierran mi percepción. Me enfrento a mí mismo. ¡Mira!, tengo más de cinco sentidos; no hay una, ni dos, ni tres dimensiones, sino una multiplicidad de ellas que entrecruzan mi mente abierta, lista para trascender al más allá. En unos segundos regreso a la vida y me doy cuenta que aún me falta preparar el camino. Necesito seguir curándome para pasar la puerta al más allá.
1 Diemetriltriptamina.  


CUENTO DE CHAVA TABULA RASA

Caigo, caigo, caigo en lo profundo de un pozo negro como la locura,

oigo voces, los aviones parecen volar al ras de la azotea, alguien
menciona mi nombre como un susurro……cada día me vuelvo más abstracto;
un ser invisible, un paria que nadie observa. Ya no sueño, anhelo
tanto soñar, pero me conformo con dormir, dormir para no soñar esta
pesadilla que se llama realidad….

Antes, cuando era un niño, podía a mi antojo soñar el tema
que más me pareciera, era otra cosa, podía quedar suspendida la
historia para retomar el hilo a la noche siguiente, me dormía feliz,
tenía la certeza que no podía variar de tema si no lo deseaba. Podía
además ser el personaje que quisiera, desde un superhéroe hasta un
trapecista egocéntrico.

También volaba, daba vueltas por mi habitación en forma por
demás divertida, esperaba que todos durmieran para poder trasladarme, a
la casa de amigos o familiares, en forma de ave, y como una paloma veía
con admiración de niño mi ciudad nocturna.

En otros sueños, el tañido de las campanas no era el mismo que
“llama a la misa obligatoria”, sino el que me jalaba de la época
renacentista a mi realidad adolescente, eran campanadas que se
conjuntaban en tiempos diferentes, pero paradoja, prefería las
campanadas del siglo XVI, que las de mi época actual, el motivo era
muy simple, una bella chica con hermosa cabellera rizada me abrazaba a
punto del sollozo y sus ojos tristes me decían el dolor que sentía a
causa de la definitiva separación. Yo también sentía el abandono
irremediable.

Algunas veces, me soñaba como bufón en algún desconocido
carnaval, pero la risa que provocaba en los demás no me ofendía, por
el contrario, yo también me divertía. Otra cosa eran los sueños
húmedos, donde las mujeres más insólitas y desconocidas eran amantes
fogosas que me hacían pasar un buen rato durante el día. Sin embargo,
al verlas en la vida real, la magia desaparecía instantáneamente. Eran
frívolas e indiferentes.

Ahora, mis sueños son artificiales, los valiums me impiden
soñar con naturalidad. Y las pesadillas de la realidad son cada vez
más fuertes que mis hermosos sueños de niñez y primera juventud.







No hay comentarios: